El milagro de Lilly

A sus 16 años Lilly, espléndida como la luz al medio día; colmada con un temperamento diáfano y alegre, esculpida con la belleza de la juventud; delgada y alta, de tez blanca y piel delicada. Vivía en un pueblito humilde rodeado de hermosos prados y frondosos arbustos; soñaba con ser una gran empresaria para brindarle una mejor calidad de vida a sus padres. Por eso cada día se esforzaba por obtener excelentes calificaciones en sus estudios. Era muy comprometida y esmerada con las asignaciones que les dejaban en la escuela. Además de eso, siempre le ayudaba a su madre con las tareas del hogar.

Cada mañana veía a su padre, José Enrique, hombre de un temperamento recto, pero apacible, de ojos café claro y sonrisa serena, caballero honorífico y de comportamiento patriarcal. Cada día iniciaba su rutina mañanera a las 5:00 de la madrugada, solía realizar habitualmente sus plegarias al cielo para que bendijera su jornada y que esta fuera próspera. Salía temprano a trabajar, con la esperanza de poder brindarles un futuro más holgado y afable a su esposa e hija. Y aunque su amada esposa, Rosa Linda, siempre lo esperaba a su regreso con una gran sonrisa, Lilly podía notar la preocupación en sus ojos. A diario ella se esmeraba en estirar cada peso al organizar la compra de los alimentos del día. En una ocasión especial, su madr le pidió que fuera a comprar algo para la cena. Lilly aceptó con entusiasmo, sintiendo que de esa forma podía contribuir en hacer más ligera la carga de su madre. 

Al llegar a la tienda de alimentos y observar los precios exorbitantes, sintió un golpe punzante el pecho. Llena de angustia inclina su mirada al cielo, cuenta las pocas monedas que llevaba consigo, comprende que no les alcanzan para comprar lo que necesitaba. El peso de la decepción la agobiaba; envuelta en el desánimo y la decepción levanta su pie derecho para marchar nuevamente a casa, con las manos vacía. Al tornarse hacia la puerta de la tienda escuchó el susurro de un fuerte pensamiento en su mente que le indicaba. – Tranquila todo estará bien. Colmada por la duda, pero con una firme esperanza de que las cosas mejorarán decide coger la canastas para comprar la comida. Aún estaba confusa y llena de asombro, porque a pesar de entender claramente las indicaciones intrínsecas en su mente no tenía ni la más remota idea de cómo resolvería el pago de la comida.

Al dirigirse por los pasillos de la tienda y ver los alimentos que necesitaba para la cena, solo sentía en su cabeza una voz que le repetía – Esta bien lo puedes llevar. Al dirigirse a la caja para pagar los alimentos se repite otra vez la misma sensación: - Todo estará bien. Parada ante la cajera enfrentó el doloroso momento de decirle, - ¡lo siento, no lo puedo pagar! Con el pesar de que le había fallado a su madre; sin embargo cuando de pronto recordó que había guardado por mucho tiempo en unos de los pequenesillos bolsillos de su monede unos cuantos billetes de los regalos de navidad que siempre le daba la abuela Ana y su tía Luisa, quien era su favorita en toda la familia. Al introducir los dedos dentro del monedero, quedó helada del asombro. Las lágrimas saltaban en su rostro al comprobar que esas impresiones en su cabezas eran ciertas y que Dios estaba al cuidado de ella y su familia. Al sacar las monedas dieron exactamente para costear los alimentos que había colocado en la canasta y hasta le quedó para un dulce. Rebosante de alegría y gratitud por el milagroso acontecimiento recordó los consejos de su padre. – "Hija siempre recuerda ser prudente con el dinero, nunca debes gastar todos los ingresos que te llegan, ahorra para los momentos difíciles". Invadida por un desborde de emociones corre a la casa a contarle todo lo sucedido a su madre.

 - ¡Mamá, mamá no lo vas a creer! - ¿Qué sucedió, mi amor? Preguntó, acercándose a  ella con una mezcla de preocupación y asombro. Lilly le explicó lo que había ocurrido, y ella sintió un nudo en la garganta al ver el esfuerzo que su hija estaba haciendo para sobrellevar las dificultades que estaban afrontando como familia.

En la escuela, Lilly conoció a Melody una joven impresionante de su misma edad cuya amabilidad y generosidad resaltaba como un faro al transitar por medio de un extenso túnel. Melody es de una familia holgada, pero generosa. Las dos amigas compartían sus meriendas cada día, entre risas, bromas y alegría su amistad fue haciéndose más fuerte; juntas superaban cada desafío que la vida les presentaba  Nunca les importó las diferencias económicas ni sociales. Su amistad se convirtió en un rayo de esperanza en medio de un mundo clasicista.

Un día, Melody le preguntó a  Lilly por la situación de su familia. Sus palabras abrieron una compuerta de emociones y sintió un torbellino de gratitud y vergüenza al mismo tiempo. Pero Melody no juzgó, simplemente prometió ayudarla y ser su fiel acompañante en esa travesía. Con el tiempo la familia de Lilly se convirtió en una gente próspera. Gracias a que logró alcanzar su meta de ser una gran empresaria, cosa que había soñó toda su vida. Pudo comprarle una hermosa casa a sus padres. Era la gerente general de una prestigiosa empresa y se había enamorado de un joven y apuesto abogado llamado Albert con quien estaba comprometida para casarse. Y aunque la vida le había puesto pruebas difíciles, el amor de su familia, la amistad de Melody y la compañía de Albert le había dado un giro maravilloso a su existencia. Por otra parte, Melody también se había convertido en una famosa arquitecta y estaba profundamente enamorada de Jack un chico apuesto y empresario de una noble familia. 

Todas las experiencias compartidas hizo de su amistad un eslabón eterno. Lo que constantemente les recuerda, que incluso en los momentos más lúgubres de la vida, siempre habrá un faro de esperanza que les conducirá a sus designios divinos, que siempre favorece los esfuerzos de aquellos que están dispuestos a trillar en el angosto sendero donde se le otorgan los honores a los  de corazón menesteroso.



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